Cuando era pequeño mi papá tenía tres caballos Coral, Candelaria y Moro, a Candelaria la recuerdo especialmente porque nació el mismo día que yo... o al menos eso me decía mi papá. Mi papá quería bastante a sus caballos, Candelaria murió el año pasado de cuenta de "una masa en el anca izquierda"... así llama mi papá al cáncer.
El caso es que don Arcángel, mi papá, no dejaba que los trabajadores herraran a sus caballos y lo hacía el mismo. Para él ellos eran muy bruscos y él no quería un caballo cojo. Con cuidado ponía la herradura y comenzaba a clavar los seis clavos que atravesaban el casco del caballo, que para mi sorpresa no se movía. Al final sobresalían unas pequeñas puntas que mi papá cortaba con unas tenazas.
Apenas terminaba yo que aún no entendía porqué a los caballos no les dolía que les enterraran clavos en sus patas, le pedía prestado el martillo, recogía las puntas que el había cortado y las clavaba donde pudiera: una tabla en el piso, un poste, una estaca, un día decidí clavarlas en la pared y me llevé un buen regaño... Hace poco en el museo en el que trabajo, me dieron muchos clavos para clavar en la pared.
Recordar no deja de parecerme algo extraño, pareciera que el niño de las puntillas y el hombre, o lo que quiera que sea, que estaba clavando los clavos en el museo fueran otros.
El caso es que don Arcángel, mi papá, no dejaba que los trabajadores herraran a sus caballos y lo hacía el mismo. Para él ellos eran muy bruscos y él no quería un caballo cojo. Con cuidado ponía la herradura y comenzaba a clavar los seis clavos que atravesaban el casco del caballo, que para mi sorpresa no se movía. Al final sobresalían unas pequeñas puntas que mi papá cortaba con unas tenazas.
Apenas terminaba yo que aún no entendía porqué a los caballos no les dolía que les enterraran clavos en sus patas, le pedía prestado el martillo, recogía las puntas que el había cortado y las clavaba donde pudiera: una tabla en el piso, un poste, una estaca, un día decidí clavarlas en la pared y me llevé un buen regaño... Hace poco en el museo en el que trabajo, me dieron muchos clavos para clavar en la pared.
Recordar no deja de parecerme algo extraño, pareciera que el niño de las puntillas y el hombre, o lo que quiera que sea, que estaba clavando los clavos en el museo fueran otros.